lunes, 27 de febrero de 2012

Alcoholismo

CARACTERISTICAS ESPECIALES DE LA JUVENTUD
 
La etapa adolescente es un período de especial vulnerabilidad con relación al consumo de alcohol, el inicio del consumo suele tener lugar  en esta etapa de la vida.
 
Conseguir que  este consumo sea  ocasional,  pasajero  o accidental en la vida de un adolescente, dependerá en último caso de cómo el menor se enfrente de manera individual a las situaciones potenciales de riesgo.



 El que este periodo evolutivo, adolescencia, sea más proclive a este consumo. Ha sido explicado por la Psicología Evolutiva, estableciendo la relación entre las características  evolutivas de la adolescencia y la vulnerabilidad ante las drogas, en nuestro caso ante el alcohol.

 
 
Psicología evolutiva y adolescencia
 
Algunas de las peculiaridades evolutivas de etapa son:
 
- Necesidad de reafirmación:
 
Entre las tareas a las que se enfrenta el/la adolescente en esta etapa la formación de una identidad propia  y junto a ella la preocupación por la auto-imagen y por ser aceptados por los demás.
 
Estas dos labores se ven relacionadas, ya que para crear su identidad, buscan un grupo de iguales en el que esta sea desarrollada. De esto modo, la identidad del individuo nace paralelamente a la del grupo.
 
El modo en el que se agrupan los/las jóvenes suele ser en pandillas en las que se siguen una serie de normas, fidelidades y «ritos». Algunos de estos  «ritos» con los que demandan su identidad se desarrollan en el ambiente de lo festivo y el movimiento estereotipado del fin de semana. Los niños y niñas aprenden a identificar el alcohol con el mundo de los adultos. El consumo les confiere, así, una identidad frente a los adultos, un sentimiento de pertenencia grupal e identidad frente a otros grupos.
 
- Necesidad de transgresión:
 
En nuestra sociedad actual no quedan aspectos que transgredir por los adolescentes, existe una gran permisividad desde todos los referentes de autoridad que interaccionan con ellos/as.
 
Así que, el espacio  que han elegido (inconscientemente) para  la transgresión, es el consumo de drogas, ese se localiza principalmente en ámbitos públicos o lugares de diversión, produciéndose en fines de semana. De este modo van en contra de las normas sociales y de lo que desde todos los ámbitos les indican que no deben hacer.
 
-Necesidad de conformidad intra-grupal:
 
El grupo de iguales sirve como refugio del mundo adulto, en él se emprenderá la  experimentación precoz con el alcohol. El/la  adolescente adquiere una dependencia de sus amigos/as del grupo y se observa una mayor tendencia a la conformidad con el mismo. No obstante, conviene apuntar que la vulnerabilidad a la presión de grupo, vienen modulada en gran medida por los recursos personales del menor, tales como la autoestima, asertividad, capacidad de enfrentarse a los conflictos típicos, habilidades sociales, etc.
 
- Sensación de invulnerabilidad:
 
El egocentrismo del adolescente y su necesidad de diferenciación le llevan a construir los que se ha denominado «la fábula personal» (Díaz-Aguado, Mª J., 1996).
 

Los adolescentes tienden a pensar, debido a que se produce una distorsión cognitiva, que las consecuencias negativas más probables de sus conductas de riesgo no pueden sucederles a ellos, porque ellos son especiales.
 
- El rechazo a la ayuda del adulto:
 
La creciente necesidad de autonomía que experimenta el adolescente, le lleva a rechazar la protección de los adultos y a enfrentarse a conductas de riesgo que pueden representar una importante amenaza para su desarrollo posterior.
 
- Susceptibilidad frente a las presiones del entorno:
 
Los adolescentes pueden ser particularmente sensibles a las campañas sofisticadas de publicidad diseñadas para asociar el consumo de drogas (tanto legales como ilegales) con una determinada imagen (Botvin, 1996).

 
 
 
 
DEFINICIÓN DEL MEDIADOR/A
 
Entendemos por mediador/a social, aquella persona que se muestra involucrada en la vida de una comunidad. Destacamos entre las actitudes propias de estos agentes:
 
1. La Capacidad de liderazgo que le otorga el reconocimiento de sus compañeros, procurándole una posición social estratégica.
2. La sensibilidad ante las necesidades y problemas de su entorno.
 
Estas dos cualidades convertirán al mediador/a social en un agente de cambio social. Paralelamente a estas capacidades  del/la mediador/a social, intervienen otras como la motivación, el entusiasmo y la perseverancia  en sus intervenciones, sin las que le será difícil inducir un cambio sobre la población diana.
 
En resumen, podemos considerar como mediadores, entre otros, a:

- Miembros de asociaciones juveniles.
- Voluntarios implicados en acciones sociales.
- Grupos de apoyo social.
- Religiosos.
- Equipos deportivos o deportistas, etc.
 
 
FUNCIONES DEL MEDIADOR/A DE PREVENCIÓN
 
El mediador/a cuando se involucra en acciones de prevención busca como objetivo principal:
 
«Recoger la preocupación social por el problema de las drogas y actuar con las personas susceptibles de consumo, consiguiendo dinamizar a la comunidad próxima y a la sociedad de modo que sea posible la trasformación de valores y actitudes positivas hacia la salud en general y de la prevención de drogodependencias en particular».
 
 
De las funciones y competencias a desempeñar por el mediador/a, recogemos las que consideramos más relevantes (A. Ezequiel):
 
- Dinamizar el cambio hacia la  resolución de problemas. Suscita, excita, incita, sensibiliza, motiva e interesa a las personas, alentando la participación activa de estas en programas o actividades proyectadas.
- Actuar de puente para la búsqueda de soluciones. El mediador/a vive y convive con los problemas de la población sobre la que pretende actuar, pero su función no es resolver por ellos los problemas sino junto  con ellos, analizarlos y buscar caminos alternativos para resolverlos.
- Asesoramiento y acompañamiento. Proporciona los elementos, conocimientos y asesoría técnica para que el «aprender haciendo» sea el método más efectivo para la consecución de los objetivos fijados.
- Actuar como promotor de estilos de vida saludables, alternativos al consumo de sustancias.
 
Además, puede ser el puente de conexión con las instituciones de la comunidad, convirtiéndose en el nexo fundamental entre los servicios de prevención de drogodependencias y los miembros de la comunidad.
 
La coordinación suele ser una de las estrategias más eficaces para el desempeño de las funciones de un grupo, por lo que la coordinación del mediador/a con los recursos existentes en la zona, el conocimiento de su plan de actuación, objetivos de intervención, beneficiarios directos e indirectos, contribuye a la mejora de la calidad de la actuación a realizar.
 
En primer paso que deberíamos dar seria elaborar, una base de datos a modo de «Guía de Recursos», cuyos objetivos principales serían:
 
- Facilitar una relación pormenorizada de los recursos y programas o de iniciativa social que presten servicios relacionados con la tarea de nuestra entidad.
- Facilitar a los voluntarios que desarrollen su labor en nuestra entidad, información especializada que facilite su trabajo diario contribuyendo a optimizar la atención prestada, conociendo el contexto social y los recursos útiles a utilizar en las distintas circunstancias de la intervención.
 
El papel del experto/a (Trabajador/a social, Psicólogo/a,...) es el de promover la información y formación de los mediadores sociales, con el objetivo de que éstos, desde su capacidad de dinamización multipliquen las oportunidades de promover hábitos saludables en el seno de la comunidad. Los expertos deberán necesariamente promover junto con los mediadores sociales una estrategia horizontal de intervención.
 
 
CARACTERISTICAS DEL MEDIADOR/A EN PREVENCIÓN
 
Entre las características básicas  el mediador deberá tener:
 
1. Autoconcepto: El autoconcepto ocupa un lugar privilegiado en el origen y refuerzo de la autoestima. A su vez, dirige a la afectividad y  la maduración de las conductas.
2. Autoestima positiva6: Evaluación de la información contenida en el autoconcepto, lo que la persona siente que es. Es aquello que cada uno piensa de sí mismo, el juicio que se tiene sobre sí mismo.
3. Las habilidades sociales ayudarán a resolver y conseguir los objetivos marcando y  prefijado en la acción preventiva. Aspectos de gran importancia al hablar de relación entre personas serían: LA EMPATÍA, ASERTIVIDAD9, ESCUCHA ACTIVA, etc.
4. La toma de decisiones; ante situaciones imprevistas en las cuales tenemos que optar por unas medidas u otras. Siempre tendremos que analizar el problema teniendo en cuanta los objetivos marcados  y los recursos disponibles, así como las posibles consecuencias de nuestra decisión.
5. El  liderazgo, siempre en el buen sentido de la palabra. Adoptaran la capacidad necesaria para que las decisiones tomadas sean aceptadas por las personas y estas se esfuercen en conseguir las metas marcadas. Intentarán potenciar a las personas que han acudido a nosotros con una necesidad.
 
Un buen mediador en drogodependencias debe:
 
1. Estar muy próximo o formar parte de la realidad sobre la que se desea intervenir.
2. Saber efectuar un análisis de la realidad con la que se ha propuesto emprender la acción preventiva (conocer los factores de riesgo y de protección).
3. Saber evaluar y optimizar los recursos con los que cuenta para desarrollar la acción.
4. Actuar de forma dinámica con la población destinataria de sus acciones en prevención.
5. Conocer de forma realista el fenómeno del consumo de drogas.
6. Manejar eficazmente algunos conceptos básicos relacionados con la prevención.
7. Crear corrientes de opinión alternativas a la cultura de consumo.
8. Capacidad de conectar la realidad del entorno con la oferta de consumo.
 
Ante todo, los mediadores sociales, deben poseer unos determinados principios:
 
- Personalización: consiste en la creencia, en la capacidad de cada persona para la superación de su propia situación de dificultad, donde el mediador/a actuará como promotor del surgimiento y puesta en marcha en dichas capacidades.
- Individualización: diferenciará a los grupos de personas a los que va dirigida la actuación preventiva. Cada grupo es diferente y tiene sus propias creencias, valores, capacidades, necesidades y vivencias.
- Aceptación: aceptará a los grupos con los que trabaje. Pueden gustarle o no su forma de ser, pero su tarea no es cambiar personalidades, sino modificar conductas.
- Actitud exenta de juicio: no juzgará a las personas a las que esté brindando su apoyo.
- Autodeterminación: aceptación del otro, teniendo en cuenta la libertad de cada persona y grupo para decidir lo que considere oportuno, respetando su decisión.
- Sociabilidad: concebirá a la persona o grupo como miembros de una sociedad en la que debe interactuar y para lo que deberá apoyarles.
- Respeto: tratará siempre al otro u otros desde el plano de la igualdad.
- Participación: fomentará la participación de las personas en dos aspectos, en su relación con el grupo o la sociedad en la que vive y la participación activa en la resolución de sus propios problemas.
- Intimidad: confianza que se establece en una relación con un vínculo de intimidad de la persona.
 
El desarrollo del  tema de las habilidades y destrezas necesarias daría y ha dado para otros manuales, pero creemos que el objeto de este curso es el de adquirir otros  contenidos.
 

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Prevencion de las Drogodependencias

PREVENCION DE DROGODEPENDENCIAS
 
La prevención de las adicciones -no sólo de la drogodependencia, sino otras que no implican necesariamente una sustancia determinada-, a pesar de que cuenta con una corta historia, ha pasado por diferentes cambios en su evolución.
 
            Fue en la década de los 80 cuando surge, desde iniciativas puntuales, la prevención de las adicciones a sustancias, aunque circunscrita al ámbito escolar. Se trataba de una prevención primaria, de carácter informativa y centrada en los alumnos, ya fuese a través de charlas de policías o de ex-toxicómanos, con bastantes conceptos que hacían referencia a estereotipos manejados por entonces cuando se hacía referencia al mundo de las drogas: «Drogadictos», «delincuentes», «heroinómanos», «viciosos», «jeringuillas»...
 
            A nivel comunidad, las acciones emprendidas se caracterizaron por la falta de metodología y cierta ambigüedad de los programas, centrados sobre todo en la formación y sensibilización sobre drogas «ilegales», en un intento de reducir el consumo. Es llegada la década de los 90 cuando se evoluciona hacia la prevención con programas de promoción de la salud dirigidos tanto a escolares como a padres y educadores. Se trabaja ahora también las drogas «legales», los valores y habilidades sociales y se elaboran publicaciones y material didáctico sobre este tema, fundamentalmente desde las Comunidades Autónomas y asociaciones de ayuda al drogodependiente.
           
Parejo a todo ello surgen inquietudes asociativas, principalmente de madres y padres afectados, para buscar soluciones al problema de las drogas, ante la inoperancia de la Administración, reclamando atención y centros de tratamiento para sus hijos. Se combatía la droga y el tráfico con manifestaciones populares, lo que tuvo un eco social importante reflejado en todos los medios de comunicación, tanto que el tema de la droga y la inseguridad ciudadana llegaron a ser dos de las mayores preocupaciones de los ciudadanos.
 
Hoy en día, aquellos primeros pasos han dado como fruto la profesionalización de las entidades y una mayor coherencia y eficacia en los programas, ya sean libres de drogas en comunidades terapéuticas y unidades de día o de mantenimiento con metadona, aunque una buena parte de la atención a drogodependientes sigue en manos de centros con fundamentos religiosos regidos por ex-toxicómanos.
 
En el ámbito comunitario comienzan a surgir los planes autonómicos sobre drogas y los planes municipales, que perfilan y diseñan las actuaciones en materia de prevención, asistencia o reinserción. Surgen, consecuentemente, programas comunitarios en barrios concretos, con profesionales de la salud y el trabajo social que coordinan todo el abanico de voluntarios y entidades juveniles, sociales, vecinales y otras instituciones implicadas. A todo ello se suman otros programas específicos, ya sean de incorporación social, ocupacionales, asistencia jurídica y penitenciaria, pisos de acogida o de inserción, centros de día, etc. Aunque queda bastante por hacer, muchos jóvenes han recuperado su salud, su autonomía personal y han mejorado su calidad de vida, disminuyendo consiguientemente el deterioro familiar y social.
 
Pero la prevención sobre drogas hay que enmarcarla dentro del concepto genérico de promoción de la salud (bio-psico-social), ámbito más amplio que la prevención específica, inespecífica, primaria, secundaria o terciaria, pero siempre adecuándola a realidades concretas y prestando atención a los grupos de riesgo, promoviendo actividades hacia la población juvenil y coordinándose entre los distintos servicios y agentes sociales. Por eso, y para no caer en errores anteriores o repetir acciones fracasadas, habrá que partir de datos, estudios y análisis, además de conocer y optimizar los recursos institucionales y sociales o crear los necesarios.
 
Tampoco podemos olvidar que la comunidad, en su conjunto, debe afrontar el problema social que supone el uso y abuso de drogas, por lo que su participación debe ser estudiada y motivada si queremos que este complejo problema de salud sea abordado de forma global e integral.
 
Después de afrontar durante dos décadas el problema de las adicciones en su aspecto de desintoxicación e inserción, todos los expertos ponen el énfasis en la necesidad de articular medidas preventivas que, con objetivos, metodologías y evaluaciones contrastadas, permitan detectar necesidades y darles respuestas. Para ello, es ineludible promover programas adaptados a cada realidad, con controles de calidad y continuidad en el tiempo. Además, se insiste en la creación de recursos y actividades, en la formación de los agentes sociales y en una coordinación efectiva.
 
La educación para la salud o la intervención comunitaria pueden ser instrumentos metodológicos para conseguir, por una parte, que el individuo sea el protagonista en la promoción de un estilo de vida más saludable y, por otra, que la comunidad se capacite para encontrar soluciones a los problemas que se gestan en su seno. De ahí que las acciones con un marcado carácter preventivo tengan que desarrollarse desde la cercanía a la población y con la participación de ésta. Por eso se puede dudar del éxito de un programa si los sectores y agentes sociales -colegio, parroquia, centro social, centro de salud, sindicatos, asociaciones de padres y madres, vecinos, maestros, educadores de calle, farmacéuticos, monitores...- no se comprometen con sus fines o los profesionales responsables del programa no buscan la coordinación y el intercambio.


 
 
 
 
La Salud ya no se entiende como la ausencia de enfermedad, sino como la situación de un completo bienestar a nivel físico, psíquico y social, tal y como la definió la OMS:
 
«La Salud es el equilibrio y la armonía de todas las posibilidades biológicas, psicológicas y sociales que puede desarrollar la persona. Este equilibrio exige, por una parte la satisfacción de las necesidades fundamentales del hombre. Estas necesidades son cualitativamente las mismas para todos los seres humanos: Necesidades afectivas, de nutrición adecuadas, de cuidados sanitarios, de educación y de bienes sociales. Por otra parte la Salud supone una adaptación siempre renovada a un medio en constante cambio».
 
También debemos entender por Salud una manera de vivir cada vez más autónoma y solidaria, lo que significa poder evitar la enfermedad o curarla, así como tener el nivel de vida y cultural suficiente para construir el propio estilo de vida de una manera libre, responsable y feliz. Por eso, el mantenimiento de la Salud requiere de una responsabilidad creciente de los individuos de las familias y de las comunidades frente a los riesgos que la amenazan, lo que implica la necesidad de una aproximación pluridisciplinar y multisectorial a los problemas que le afectan.
 
Creemos que es evidente que toda acción educativa, aunque no se relacione directamente con problemas sanitarios, constituye un eficaz medio para elevar la salud de los individuos y de la comunidad. El papel del educador como agente de salud ha sido reconocido por todos los estudiosos del tema al asumir su propia responsabilidad en la acción que emprenden entre individuos y colectividades como promotores de salud física o psico-social. Ello implica necesariamente que deben adquirir conocimientos básicos sobre la problemática a la que normalmente se enfrentan, más aún si lo hacen entre colectivos marginados socialmente como en el caso de los Educadores de Calle.
 
Un aspecto importante de la prevención correspondería a la familia, primer educador del sujeto. Habrá que devolverle, por tanto, ese protagonismo que a veces se ha delegado a la escuela, articulando los medios precisos para que recupere su papel socializador y asegure el proceso educativo de hijos e hijas. Para ello no sólo deberá disponer de los recursos vitales para su sostenimiento -vivienda, trabajo, sanidad...-, sino que habrá que poner a su alcance otros medios que le faciliten esa tarea impostergable, que necesariamente se desarrolla dentro de una comunidad. Esto nos conducirá a demandar servicios que, por su naturaleza, no solapen ese papel protagonista, sino que lo realcen y estimulen: Escuelas de padres, orientación familiar o cualquier otro que cubra las carencias descubiertas.
 
Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta a quien nos dirigimos, se ha realizado este Manual que permitirá, sobre todo a los educadores y educadoras, adquirir los conocimientos básicos sobre las características fundamentales de las sustancias en mayor uso, con una breve visión histórica sobre las mismas, los dispositivos asistenciales, las estrategias de mediación educativa, los recursos disponibles y la planificación de la intervención preventiva.
 
Pretendemos que a través de la lectura y reflexión de los contenidos y conceptos se obtenga una visión amplia sobre estos aspectos que forman parte de una acción integral ante las drogodependencias, con el fin de no demorar más la cuestión más olvidada: La prevención. Así, conociendo las características socio-psicológicas que nos permiten identificar a las personas en riesgo o potenciales consumidores de drogas y detectando cuáles son los ambientes socioculturales que favorecen su consumo, podremos promover actuaciones adecuadas en los diferentes ámbitos y situaciones.
  

 

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